martes, 13 de diciembre de 2016

DE HACE UNOS AÑOS

KIOSKILLO DE FELICIDAD

Entre las miles de horas de trabajar sin tregua 
al cabo de la vida 
y más que lo quieren alargar,
yo me paro en el kiosquillo de la calle Serrano
un par de minutos por semana,
para echar un par de columnas
a un par de euros cada una
de la primitiva,
pues miro los ojillos de mi nieto
y la árida tierra que nos rodea
y quiero dejarle lo que más pueda de alivio
para que su tierna sonrisa nunca desfallezca
y si pudiera ser , que no tenga que trabajar 
a este paso, hasta los ochenta.

Espero con ilusión cada semana
que la diosa Fortuna se acuerde de mi cara
deseosa de una sorpresa descabellada,
pero a la vez tan necesaria.

Algo para mí, como no,
pero un milagro para ellos, los míos,
los que de cariño me dicen pocas palabras
y sin embargo piden y piden
sin darse cuenta 
que a veces me dañan.

Me pararé en el kioskillo 
todas las semanas que hagan falta
para darles la sorpresa a ellos
y regalarles una deliciosa estancia
perfumada de liriums frescos
y en cada rincón 
un ángel de la guarda.









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